Trabajó como maniquí de la Maison Balenciaga en París gracias a la amistad de su familia con Ramón Esparza, nuevo colaborador del genio de Guetaria.
Tras unos meses siguiendo los consejos de Esparza para adecuar su figura, Cristóbal Balenciaga la contratará como maniquí de cabina en 1950, desfilando sus creaciones en salón ante grandes clientas internacionales como la Duquesa de Windsor, Bárbara Hutton, Fleur Cowles o la condesa Mona Von Bismarck, quienes adquirieron modelos presentados y fotografiados en ella, siendo el más conocido el icónico Nº 140 en tafetán de inspiración Zurbarán de otoño invierno 1951-52, entre otros.
Diseñó joyería y fue además gran amiga de muchos intelectuales y artistas integrantes de la O.P.I, tertulia del zaragozano Café Niké, como el antiguo colaborador de Federico García Lorca el pintor y escenógrafo Mariano Gaspar Gracián (que la retrató en 1950), Miguel Labordeta, Alfonso Buñuel o Luis García-Abrines, una figura clave del surrealismo aragonés que le cedió en 1953 su buhardilla parisina.
A partir de 1956 dejará de modelar fijando su residencia en París, donde frecuentará mucho a Courrèges y su círculo de amigos.
Meyes Hernández, dejando su Zaragoza natal, se abrió al gran mundo y consiguió así triunfar en el París de la edad de oro de la Haute Couture de la mano del mayor genio de la misma, Cristóbal Balenciaga.